El video me
pareció muy gracioso y también me trajo un poco de nostalgia. Me hizo acordar a
mi abuela, que hace varios años me pedía que la ayude a usar su computadora y
anotaba paso por paso en su cuaderno todo lo que le decía, cosas que yo hacía
sin siquiera pensarlas. Se enojaba cuando hablaba muy rápido, o cuando me
saltaba pasos, y yo no entendía cómo le podía costar tanto algo que a mí me
salía tan naturalmente. Mis padres frecuentemente y hasta el día de hoy me
piden ayuda con sus teléfonos, porque se olvidan de cómo pasar una foto por
Whatsapp o de cómo borrar una conversación, y en ocasiones me llego a enojar
porque ya lo expliqué mil veces y me resulta demasiado fácil, aunque para ellos
no lo es.
Algo que
recuerdo que fue una revelación para mí fue cuando descubrí Facebook. Para ser
sincera, no me acuerdo bien la edad, pero definitivamente no contaba con la
edad mínima solicitada por la aplicación. Digamos que tenía 9 o 10 años, podría
ser menos. Estaba en la casa de una amiga y ella estaba jugando al “Pet Society”
(uno de los juegos exclusivos de Facebook), y eso fue lo que más llamó mi
atención.
Yo no tenía
idea de cómo hacerme una cuenta, ni siquiera tenía un e-mail ni sabía cómo
utilizarlo, así que me la hizo mi hermano, que seguro tenía más de 20 años en
ese momento. Esa inocente acción de una nena de aproximadamente 9 años para
jugar un juego fue el comienzo de una cadena que hizo que el día de hoy posea
múltiples redes sociales, con intenciones muy diferentes a las que tenía en ese
momento. No me había puesto a pensar hasta ahora la larga evolución que he
tenido con las plataformas tecnológicas, y debo admitir que me impresiona darme
cuenta. Eso sí, a Facebook no lo uso más.
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