El
ensayo es, en palabras de Rest, una composición expositiva que proporciona
información e interpretación sobre un tópico. Presupone una formulación
provisional, ni definitiva ni verificada. En el Renacimiento, Montaigne y Bacon
modernizaron el género, y las varias diferencias que existen entre estos
autores demuestran la amplitud y elasticidad del mismo. Debe resultar
persuasivo para el lector, y revelar virtudes de escritura y cualidad de
estilo.
Bense
confirma la amplitud y el rango del género ensayístico cuando nombra una gran
cantidad de autores, todos con diferentes estilos, ya que el ensayo para él “radica
entre la poesía y la prosa, entre la creación y la tendencia, entre el estadio
estético y el ético”. La palabra “ensayo” significa “intento” en alemán,
¿intento de qué? Se trata de escribir experimentalmente en él, rodar el tema de
un lado a otro, preguntar y volver a preguntar. También es característico de los
grandes ensayistas que sean críticos. Y el que critica necesariamente debe
experimentar, explorar su tema una y otra vez para que permanezca vigente. Se
puede hacer uso de todo lo que incluye el pensamiento crítico: ironía, cinismo,
escepticismo, etc. El crítico pertenece a esta “confinidad” característica del
ensayo. Además, el ensayo puede variar entre la literatura y la ciencia: la
contemplación bello-intelectual es igual de importante que el análisis
refinado-intelectual. Todo lo que existe dentro de un tema permite realizar
combinaciones y por lo tanto, nuevas configuraciones: este es el sentido del
experimento. En este sentido es fundamental la fuerza imaginativa, donde no
surgen nuevos temas sino nuevas configuraciones.
El
ensayo de Montaigne es extenso, reflexivo, filosófico y también un poco
sociológico. Utiliza la intertextualidad para enseñar pensamientos similares
que escribieron anteriormente otros autores. Habla de la maldad innata de la
humanidad, de las pasiones que nos hacen bien y de las pasiones que parecen
buenas pero son malas, de los placeres de la vida, el retiro y el ocio, de la
soledad, que no van de la mano con la gloria, de la filosofía sencilla. Hace
uso también de metáforas, y de opiniones que se distancian mucho de la propia,
no para mostrarlas como posibles objeciones sino para criticarlas, como hace
con Cicerón y Plinio.
En
un polo casi opuesto, que demuestra una vez más el rango del ensayo, Bacon es
breve y conciso. Empieza siendo más bien crítico de la manera de viajar de
ciertas personas, generalmente los jóvenes, que considera superficial. Pasa de
criticar a aconsejar, dando su opinión en todas las condiciones que un viaje que
valga la pena y en el que se aprenda algo necesita, como el conocimiento del
idioma, la selección de los lugares a visitar, entre otros elementos que
considera fundamentales.
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