Tuesday, July 14, 2020

Hesperidina


Era un domingo de julio, a las once de la noche. Celia estaba de visita en la casa de su tío Rubén, solamente por dos semanas. Todos los años se permitía una escapadita de la rutina para pasar tiempo con su familia santafesina. La señora y las nenas estaban durmiendo, solamente estaban ellos dos en el living. Celia apretó tantas veces el botón para cambiar de canal que se le cansó el dedo y se dio por vencida.
No hay nada para ver en la tele —declaró, acompañando el comentario con un breve suspiro, y dejó el control remoto en el sillón. Se dio la vuelta para ver lo que estaba haciendo su tío, quien se encontraba llenando un vaso con un licor de color anaranjado—. ¿Qué es eso?
¿Querés probar? —respondió Rubén, sin contestar aún su pregunta.
La joven no tardó mucho en levantarse de donde estaba para darle una oportunidad al trago. Arrugó la nariz después de beber, claramente no le había fascinado.
Es amargo —critica.
Bueno, está hecho con naranjas amargas… —explica el mayor mientras observa la botella. Por un segundo siente que se transporta décadas atrás, a cuando “los tiempos eran mejores”, como él siempre decía, y se sentaba con su abuelo junto al fuego todas las tardecitas de invierno mientras este tomaba Hesperidina, y este recuerdo le provoca una sonrisa.
Celia no tardó mucho en reconocer esa expresión: se venía una de las famosas historias de su tío, así que se sentó junto a él, al lado de la barra de licores, preparando los oídos para la charla que se venía.
Cuando yo era muy chico mi abuelo me contó esta historia, que para mí es muy interesante, y ¿quién sabe? Quizás algún día se la vas a contar a tus hijos —empezó a decir (y esto efectivamente iba a suceder, pero no nos adelantemos)—.  Todo comenzó una mañana de octubre del año 1864, ¡qué época! Cuando los vecinos de Buenos Aires se despertaron y vieron toda la ciudad pintada de naranja, con carteles que decían “se viene Hesperidina”.  Imaginate vos la emoción de esta gente, porque en ese tiempo serían unos cien mil habitantes nomás, y estas cosas no eran muy comunes. Antes de la gran revelación, todos estaban especulando teorías de qué podía ser esta cosa que se venía… no fue hasta el 24 de diciembre que salió un artículo en el diario local, anunciando el inicio de la comercialización de esta bebida. A pesar de todas las expectativas, nadie sabía que esta iba a tener el monstruoso éxito que tuvo, y menos que se iba a convertir en la primera marca registrada de la Argentina, pero esperá, me estoy adelantando.
Rubén hizo una breve pausa para rellenar su vaso. Se lo ofreció una vez más a su sobrina, pero esta negó con la cabeza.
¿Te imaginas la cantidad de demanda que tuvieron? Además, no sólo se utilizaba como bebida alcohólica, era un digestivo, un producto farmacéutico. Y con la guerra del Paraguay, ¡uf! Hasta eso les sirvió comercialmente. Y encima, fue la primera bebida aprobada socialmente para que las mujeres consumieran en público, porque viste que en esa época no se concebía que estén tomando alcohol fuera de sus casas.
Celia rodó los ojos ante aquel comentario.
Cuestión que el creador de todo esto fue Bagley, que seguro lo conoces. Él se vino de Estados Unidos a Buenos Aires de muy joven, y trabajó en una farmacia que se llamaba “La Estrella”, que todavía existe, y bueno, al cabo de unos años creó la fórmula de la Hesperidina. Pero eso no es todo, con tanto éxito comenzaron a llegar problemas…
Ambos se distrajeron con la fuerte brisa que inundó la sala. El ruido comenzaba a dificultar la historia, sin mencionar el frío tan cruel de esa noche invernal. Rubén se puso de pie y se dirijo a la ventana, que siempre quedaba mal cerrada si no conocías el truquito para trabarla, como decía él. Tuvo que empujarla con fuerza ya que el viento parecía estar determinado a entrar, hasta que finalmente logró poner la traba. Volvió al lugar junto a su sobrina mientras se frotaba las manos para calentarse.
Ahora sí, ¿qué te estaba diciendo?
Que hubo problemas.
Ah, sí, bueno, te podes imaginar que cuando un producto tiene tanto éxito, la gente va a querer aprovecharse, entonces empezaron las imitaciones. Bagley empezó toda una lucha para que se sancionaran las leyes de marca en Argentina, se decía que era muy amigo del presidente Nicolás Avellaneda. Y lo logró, en el ’76 Hesperidina se convirtió en la primera marca registrada del país. Pero no sólo hizo eso, también mandaba a hacer las etiquetas a Estados Unidos, a la empresa que hacía los dólares, para que la gente pueda identificar las botellas originales de las imitaciones. Además, dividió la fórmula en dos partes: dos personas eran responsables de cada una de ellas, y ninguna conocía a la otra. La compra de los ingredientes era toda una misión incógnita: siempre en efectivo, sin factura, en distinta época, con distinta ropa, sin hablar con nadie.
Esto último le causó gracia a Celia, y veinte años más tarde le seguía pareciendo gracioso.
¡Parece una película de espías! —comentó la hija menor de Celia, que estaba disfrutando de la historia justo como ella la había disfrutado alguna vez.
¿Viste que sí? Y eso no es todo, dice la leyenda que estas dos personas se hicieron muy amigas, pero nunca, jamás, jamás de los jamases, se revelaron la otra parte de la fórmula.
Mientras concluía el cuento, una brisa de viento entró por la ventana. Por un segundo, sintió que se transportaba décadas atrás, cuando los tiempos eran mejores, cuando su tío le contaba esta historia una noche de invierno en su casita de Santa Fe, y este recuerdo le provoca una sonrisa.

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