Narrador
El
narrador de este cuento presenta el relato en tercera persona. Si se tiene en cuenta el análisis del Narrador
hecho en el cuadernillo, se podría decir que es omnipresente, ya que describe pensamientos y sentimientos del
protagonista que no son dichos en voz alta (“El
hombre resiste —¡es tan imprevisto ese horror! y piensa: Es una pesadilla;
¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿No es acaso ese bananal? ¿No viene
todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él?”). Ya que
no participa como personaje, se lo podría clasificar como heterodiegético con focalización cero, ya que no tiene restricciones en su campo visual.
Hace
comentarios filosóficos acerca de la
muerte en muchas ocasiones, y parece muy apasionado por el tema (“Es éste el consuelo, el placer y la razón
de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan
imprevisto lo que debemos vivir aún!”). Además, describe con detalle al ambiente que rodea al
hombre, su rutina y hace énfasis en que todos los elementos a su alrededor son
familiares, cotidianos (“¿Es ése o no un
natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el
bananal ralo? ¡Sin dada! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a
plomo...”).
Doble historia
Desde
mi perspectiva, las dos historias que se encuentran en este relato son ambas
acerca de la muerte, sólo que una es
sobre la muerte en general, la muerte como símbolo y la otra es sobre la muerte
del protagonista, su experiencia personal.
Por
un lado se describe al hombre inmóvil, agonizando rápida y lentamente al mismo
tiempo (muere en pocos minutos pero parecen eternos), quien fue traicionado por
esa herramienta tan amiga que empuñaba todos los días. Se lo ve incrédulo, como
si no entendiera cómo el mundo podía seguir tan igual cuando él estaba dejando
de existir.
Por
otro lado, el narrador opina frecuentemente sobre la terrible e inevitable condena
de la muerte. Suena como alguien que vio la muerte de cerca y tiene
sentimientos muy fuertes acerca de ella. Se puede ver su propia vulnerabilidad,
siente en carne propia la desesperación del protagonista, como si él también hubiese
compartido esa experiencia.
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